En la superficie, la mente es inquieta, agitada y engañosa, pero en su profundidad y vacío, solo hay paz, amor y Verdad.
El silencio es la respuesta a lo que somos. Nos revela las verdades del corazón y los tesoros de nuestra conciencia.
De su caudal inagotable de vida, surgen la creatividad y las grandes comprensiones de uno mismo.
El silencio no debe confundirse con la ausencia de ruido externo.
Está en sosegar el diálogo interior y conectar con la sabiduría innata.
Al detenernos a escuchar y observar la mente, al principio es normal que todo sea alteración y bullicio (conversaciones, imágenes, ideas…), siendo el hábito que hemos mantenido.
Pero podemos empezar a cambiarlo en cualquier momento, si nos proponemos ir adentrándonos en ella.
A través de la meditación o permaneciendo en contacto con la respiración, nos resultará más fácil y alcanzable.
En la medida que contemples sin juicio y con aceptación ese todo que sucede, irás integrando más el estado de silencio.
La constancia y la paciencia en el tiempo, son fundamentales.
Finalmente cuando el ruido disminuye, se convierte en un sonido que ya no nos distrae. Dejamos de identificarnos con él.
En el momento que somos conscientes de nuestro observador interno y silencioso, experimentamos la unión con el propio ser.
-Jose A. Manchado